Bachillerato de tres años: una coartada para segregar al alumnado
La
creación de un primero de bachillerato a partir de los 16 años obligará
a los estudiantes de tercero de ESO a optar entre la Universidad, la
Formación Profesional o el abandono de los estudios con 14 ó 15 años.
Esta situación posibilitará que aquellos alumnos que se enfrentan a
mayores obstáculos dispongan de menos tiempo, oportunidades y apoyos
para superarlos, alentándose así el abandono escolar a edades cada vez
más tempranas. A su vez, estos estudiantes, que entrarán al mercado
laboral de forma prematura y sin apenas cualificación, estarán
condenados a la precariedad.
Aunque se han dado pocos detalles
sobre la forma definitiva que adoptará esta contrarreforma, en el
discurso del PP no faltan las referencias a la necesidad de
“flexibilizar” la enseñanza Secundaria. Mucho nos tememos que este
lenguaje responde al deseo del nuevo Gobierno de comenzar a seleccionar a
los estudiantes que finalmente accederán a la universidad, separándolos
del resto, a una edad aún más temprana, retomando así el objetivo de
crear itinerarios desde los primeros cursos de la ESO. De esta forma,
nos podríamos encontrar con que ya en segundo de ESO, es decir entre los
12 y 13 años, se inicie el proceso de diferenciación y segregación
entre los que optarán a la Universidad y los que no.
No es
necesario conocer cómo se va a concretar esta nueva medida para afirmar
que los estudiantes de 14 y 15 años que tengan mayores dificultades o
dudas sobre su continuidad en el sistema educativo verán menos atractivo
optar por un bachillerato que se prolonga un año más, por lo que esta
reforma se convertirá en un incentivo más para que un sector de jóvenes
abandonen los estudios antes de los 16 años. Así, la cualificación
académica de una nueva generación se verá reducida respecto a la actual,
precisamente en un momento en el que se insiste una y otra vez en que
para salir de la crisis hace falta más formación.
Además, se
producirá una importante devaluación de la Formación Profesional frente a
la Universidad, puesto que, a pesar de los continuos mensajes
institucionales acerca de la “dignificación” de la FP, la realidad será
que la preparación previa para acceder a los ciclos formativos
profesionales se reducirá un curso, alentando la idea de que los
estudiantes de FP no precisan tener conocimientos en profundidad de
matemáticas, lengua, historia, filosofía o cultura general.
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